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Cuento de las esquinas y las fotos familiares

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  A tiempo A veces me pregunto si el tiempo es tan cruel como creemos, o si simplemente lo usamos como excusa para lo que no nos animamos a hacer. La verdad es que, aunque hayan pasado veinte años, yo nunca dejé de verla. La veo en cada esquina, en cada taza de café, en cada mujer con la que intento olvidarla, pero nunca puedo. Todo empezó un día nublado. Gente caminando y volviendo del trabajo. Una vereda gastada en una esquina cualquiera de la Avenida Maipú. El toldo rojo de Coca-Cola cubre parte de la vidriera de un restaurante, y en la esquina se ve el cruce peatonal, con sus baldosas desparejas. No hay nada especial a simple vista. Pero ahí fue. Ese fue el lugar donde la vi por primera vez. Donde empezó todo sin que ninguno de los dos lo supiera. Yo cruzaba la calle distraído cuando la vi tropezarse con la vereda rota. La ayudé a levantarse y me sonrió sin vergüenza, como si caer frente a un extraño fuera lo más normal del mundo. Me preguntó si siempre pasaba eso en esa esquin...

Cuento de la foto familiar

  Buen provecho Todo empezó con una sopa. Una sopa espesa, con ajo, perejil y veneno. La cociné esa misma tarde, con manos firmes y un propósito claro. Aníbal no iba a sobrevivir esa noche. Lo había decidido unos días antes al ver cómo le gritaba al perro por derramar agua, cómo me ignoraba cuando hablaba, cómo me recordaba, sin palabras, que yo ya no era más que una silla de respaldo cómodo en su imperio de desprecio. Habíamos invitado a toda la familia Vermut. Una rareza. Aníbal decía que había que recuperar “las buenas costumbres”, aunque todos sabíamos que lo hacía solo porque Gregorio, mi cuñado, se había convertido en socio de un juez importante y eso se tenía que brindar. Pero yo no iba a brindar. Porque esa noche, Anibal iba a morir. Recuerdo perfectamente haber dejado el plato en el borde de la cocina, separado de los demás. Le hice una pequeña marca en la base del plato, un rasguño imperceptible para cualquiera menos para mí. Marina, la sirvienta, me había ofrecido ayudar...

Actividades semana 14/05

  “Nuevas tesis” de Piglia: un cuento siempre narra dos historias segunda historia, secreta, no está oculta: está narrada de manera elíptica construir una historia visible que haga posible leer otra historia escondida lectura del cuento consiste en descubrir ese procedimiento Ejemplo:  En “Un oscuro día de justicia”, la violencia institucional se narra indirectamente. Los castigos son físicos, pero lo que realmente se narra es la producción del sometimiento simbólico, del sujeto oprimido. Historia visible: un niño en un colegio sufre injusticias Historia secreta: el aprendizaje del poder, la semilla de una conciencia política La figura de El Gato, como personaje presente en los cuentos “Irlandeses detrás de un gato”, “Un oscuro día de justicia” y “Los oficios terrestres” de Rodolfo Walsh, funciona como un eje simbólico y narrativo donde Walsh construye un universo de tensiones. En “Un oscuro día de justicia”, El Gato es un niño que debe sobrevivir en un entorno hostil, pero ta...

Foto familiar

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  Descripción objetiva: La foto muestra a una mujer mayor de edad, vestida con ropa antigua, un pañuelo en la cabeza y unos aritos que parecieran ser de perla. Ella está parada junto a una chimenea o fogón. Sostiene algo en la mano derecha, posiblemente algún artefacto para el fogón o para cocinar. Su expresión es tranquila, con una ligera sonrisa y con una mirada hacia la ventana que se encuentra al costado. Detrás de ella, colgando sobre el fuego, hay una olla enganchada por un gancho de hierro. También se observan utensilios de cocina como una pala metálica grande colgada y otros objetos sobre la mesa de ladrillo y piedra. El momento parece capturado en una cocina rural antigua, con luz natural que entra por una ventana fuera del encuadre. Descripción subjetiva desde una perspectiva de desprecio: Ahí está, la vieja vestida de trapos, quieta como un espantapájaros junto al fuego que parece más vivo que ella. Con esa sonrisa torpe, como si hubiera hecho algo digno de orgullo, cuan...

Carta 3 - respuesta a Maradona

  Mi querido Diego: Soñé. Soñé que usted venía. Soñé que usted cruzaba el Bosque Encantado con la velocidad que usted tiene y la sonrisa intacta. Soñé que los ogros temblaban y el oro entre nuestras manos brillaba como el sol. Soñé que jugábamos juntos, usted y yo, como si el mundo nos quedara chico. Y cuando desperté, supe que no podía darme por vencido. Entiendo su rechazo, su deber, su pasión por la táctica y la patria. Pero Diego, Don Diego, usted no es de este mundo, igual que yo. Usted le ganó a los ingleses con una mano, y con la otra le acarició el alma al pueblo. Usted no juega por dinero ni por títulos: juega por lo imposible. Y esto, es eso. Es la última jugada imposible. Los ogros siguen apostando. El oro nos espera, te espera. Y yo, un gato con un sueño que cumplir, lo sigo esperando con los bigotes tiesos y las botas lustradas. Venga, aunque sea una noche, aunque sea un sueño, aunque diga que no. Porque hay cosas que solo pasan una vez pelusa. Como el gol a los ingles...

Esquina

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  En esta esquina hay un café, Emilia. Queda sobre General José de San Martín e Hilarión de la Quintana. Siempre que paso hay gente. No es muy común ver al lugar vacío. El café es bastante pequeño, por eso se llena de gente fácilmente. Adentro tiene una vidriera donde exponen las galletas y tortas que ofrecen y dan una visión pública de donde preparan el café. Afuera hay varias mesas blancas y bancos de madera para sentarse. A veces, cuando llueve, hay mucho viento o hace frío, bajan unos toldos transparentes que rodean toda la cafetería. Afuera al costado, hay una ventana por si alguien quiere pedirse algo rápido y seguir su camino. Tienen varias plantas para naturalizar el ambiente que combinan con la estética de las paredes verdes del lugar. El personal del café siempre son personas jóvenes con características peculiares. Pueden estar llenos de tatuajes, de piercings, pueden tener el pelo de colores o aspectos físicos únicos y diferentes. Siempre van cambiando los trabajadores, ...

Cuento policial

  El reflejo de la verdad Era un domingo y al detective Leonel Guzmán le asignaron un caso nuevo. Parecía ser un asunto doméstico bastante fuerte lo que hacía que nadie quisiera participar en el caso. Hace unos días, un vecino denunció gritos y una adolescente llorando en la puerta de una casa del barrio.  Al llegar, la situación parecía resuelta. La chica, Clara, estaba adentro, sentada en el sillón tranquila y el padre decía que todo era un malentendido. Pero Leonel ya conocía este tipo de casos y sabía que había algo que no encajaba con la coartada del hombre.  Unos días pasaron y el detective recibió una llamada de un colegio del barrio. Era la directora desesperada diciendo que la adolescente apareció en el colegio con marcas sospechosas en los brazos y una mirada que no era de miedo, sino de resignación.  También, la directora mencionó un extraño acontecimiento donde uno de los alumnos denunció que un hombre había ingresado al comedor del colegio durante el alm...